Nos gusta escribir resumido, agrupar las ideas y experiencias en frases simples y expresivas, pero con India es imposible. Cada día se vive tan intensamente y es todo tan sorprendente que nos resulta muy difícil traducirlo en palabras. Los impactos y los contrastes suceden a cada paso, las castas, el caos, los dioses, la pobreza y el despilfarro religioso convierten este país en un mundo paralelo que solo se “entiende” cuando uno lo vive. No hay forma de explicarlo, pero haremos el mayor esfuerzo:
Desde el principio teníamos claro que un país de semejante extensión y diversidad no iba a ser posible recorrerlo en tan solo 2 meses, sumado a que llegamos en la época de monzones (lluvias) hacía que las limitaciones sean aun mayores. Luego de mucha investigación, decidimos enfocarnos en el Norte del país.
Después del primer shock cultural que nos había generado Varanasi, nos dirigimos a Orchha. Una perla escondida y uno de nuestros destinos favoritos en la India. Es un pequeño pueblo histórico a orillas del rio Betwa; donde sobre sus calles de adoquines se elevan imperiosamente inmensos templos y palacios con arquitectura mogola que sobresalen abruptamente del paisaje. Sin tanto bullicio y rodeados de naturaleza, logramos relajarnos y descansar de las incesantes bocinas y el estrés diario que nos generaba el tráfico.
Fue aquí en donde por primera vez (pero no ultima), nos pidieron autógrafos y fotos como si fuésemos artistas famosos o semi-dioses. Esta actitud repetida no sucede solo con niños, sino con adultos, mayores (hombres y mujeres) y familias enteras que toman turno para posar a tu lado. Actitud sorprendente e interesante.
El siguiente destino fue la famosa provincia de Rajasthan, la más grande y extravagante del país, ubicada al Noroeste limitando con Pakistan. Se dice que hay más historia aquí que en el resto de toda India, es una tierra de reyes (maharajás) donde sus palacios y majestuosas fortalezas son el recuerdo vivo de los históricos reinados de la región.
Comenzamos en Jaipur, la puerta de entrada y la capital de la provincia. Es una ciudad caótica y colorida, con una mezcla encantadora de lo viejo y lo nuevo, con un tráfico infernal que forma un enjambre de vehículos de todo tipo, animales y peatones impacientes. Rodeada de murallas, la famosa ¨ciudad rosada¨ tiene grandes arcos de entrada que alberga bazares con miles de tiendas y palacios monumentales que recorrimos a pie en un día intenso. Montados a un bus público, visitamos también la atracción principal: el ¨Palacio de Amber¨, una estructura monstruosa que se eleva en la montaña y está separado por un lago, es un lugar sacado de una película hollywoodense.
Seguimos camino a Udaipur. Establecida alrededor del lago Pichola que la posicionó como la ciudad más romántica de india. Nos hospedamos cerca del puente donde casi todos los edificios son hoteles, negocios, restaurante, agencia de viajes, o los cuatro agrupados en uno. A pesar de la suciedad, el trafico y el bullicio de sus bazares antiguo, todavía mantiene su magia.
Seguimos por Jodhpur o también llamada la ¨Ciudad azul¨, color con el que fueron pintadas las propiedades para repeler los mosquitos. Sus calles son un laberinto y sus atracciones si bien interesantes, se repetían una vez más: fuertes, templos y palacios al igual que en Udaipur. Pushkar, sin embargo, nos sorprendió y nos encantó por su vibra Hippie y relajada.
Jaisalmer, sin embargo merece un párrafo aparte. Es una ciudad que vive exclusivamente del turismo, esta ubicada cerca del desierto de Thar y es dominada por un inmenso y antiguo fuerte aún habitado. Contratamos un tour de dos dìas para cruzar el desierto hasta el borde con Pakistán atravesando dunas de arena a cuesta de camellos en caravana.

Cada uno de estos destinos está engalanado con colores vivos y una vibrante cultura, rodeados de maravillas arquitectónicas atemporales e incontables templos y dioses míticos con sus miles de fieles seguidores.
La gastronomía es nada menos que espectacular, pasamos más tiempo en los restaurantes que en las atracciones. Es que la diversidad de sabores, texturas y aromas, hacen de cada comida un momento de disfrute. La base de la dieta Hindù son los vegetales, sus currys y sus panes. Mezclas de verduras condimentadas, molidas o trituradas dan un sabor único a su inmensa cantidad de opciones. Aunque difícil de conseguir en algunas ciudades religiosas, el pollo al horno tandoor es inigualable y nos ayuda a aguantar la abstinencia de carne.
Cuanto màs conocemos a este país de 1.200 millones de habitantes, màs difícil nos es describirla. Como muchos viajeros aseguran, es un sentimiento de amor-odio y a nosotros nos sucede ambas a la vez. Aquí no paramos de sumergirnos en las más inimaginables y bizarras situaciones, de las que solo podemos salir si nos rendimos o simplemente no intentamos controlarlas. En este país de los extremos a veces disfrutamos y otras veces nos dan ganas de salir corriendo.
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