Los días en Coober Pedy pasan lento. El sentimiento de desolación y aislamiento combinado con sus habitantes despreocupados nos impuso un estilo de vida relajado. Los días siempre soleados, las noches de luna con cielo inmensamente estrellado y la monotonía de colores del paisaje semidesértico nos genera una sensación que jamás habíamos experimentado.
El pueblo se ha reducido a su mínima expresión ya que la nueva generación de jóvenes no quiere continuar con la tradición minera familiar y buscan un nuevo futuro en las grandes ciudades donde estudiar y trabajar. Sumado a que la moneda local se hizo fuerte en los últimos años y resulta muy caro vacacionar en Australia.
Los aborígenes, originarios de estas tierras por más de 4000 años, se volvieron los dueños del lugar. Las grandes empresas mineras pagan exuberantes cantidades de dinero por hacer uso de sus tierras y además el gobierno les brinda planes de vivienda, transporte y subsidios. Así y todo, merodean sin rumbo por el pueblo mendigando, vestido en arapos, y con un olor desagradable para luego alcoholizarse y gastarse la plata en las máquinas tragamonedas, a tal punto que está vigente una ley seca que solo te permite comprar una botella de alcohol por día.
En lo que respecta a nosotros, de a poco nos vamos adaptando. Además del trabajo, concurrimos a algún que otro evento social aislado que no tiene mucha convocatoria. (La feria de trash & treasure, DJ Sammy Party o festejos de las comunidades)…
Algunos cambios transcurrieron en este mes y medio:
Sabrina renunció a su trabajo original para conseguir otros 2 nuevos. Mesera en la pizzería más famosa del lugar y Cajera de supermercado. En éste último el mayor desafío fue familiarse con los cigarrillos: Escondidos en un placard fuera de la visual del público, con un packaging único e indiferenciable el uno del otro, ofrecen cajas de 20, 22, 26, 35, 40 y hasta 50 por caja.
Franco sin embargo sigue trabajando en el bar lidiando con aborígenes, turistas y mineros que se amontonan con historias y leyendas urbanas de afortunados que se han vuelto multimillonarios gracias a que encontraron opales, o fósiles de dinosaurios en las profundidades, o también hablan de un pasado salvaje donde los forajidos venían a ocultarse a este pueblo remoto y los explosivos podían comprarse en los supermercados como el pan o la carne.
Por otro lado nos mudamos a un dogout, una ¨casa topo¨ ubicada en el centro del pueblo a solo 5 minutos caminando de nuestros trabajos. Encontramos la privacidad, comodidad y silencio que estábamos buscando.
Hicimos amistades con lugareños y viajeros con quienes nos juntamos a menudo para compartir nuestras experiencias con unos tragos de por medio.
Sin duda la época de esplendor del pueblo quedó atrás y aquellos días dorados de fiestas excéntricas, de bares y restaurantes abiertos 24 hs, de torneos de futbol los fines de semana, de fiestas culturales, solo quedan en la memoria de aquellos que se quedaron para contarlo o forma parte de un folleto turístico en la oficina de informaciones.
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