Gracias a Dios que nuevamente encontramos motivación para movernos y dejar atrás la vida rutinaria que habíamos adoptado en Perth.
Sabíamos que no le íbamos a errar cuando firmamos contrato con el hotel Pullman Resort de la cadena internacional Accor, ubicado en la bahía de Bunker (Parque Nacional Cape Naturalise), ya que habíamos paseado por allí anteriormente y nos habíamos deslumbrado con las playas de arena blanca y las distintas tonalidades de azules en el mar (generados por bancos de arena), consideradas por muchos como las mejores de toda Australia.
Empacar fue un desafío, dado que al viajar en van o asentarnos en una casa nos hicimos de cosas innecesarias y comodidades efímeras que solo ocupaban espacio preciado (Pastalinda, máquina de hacer empanadas, ropa a montones, etc). Aunque hayamos regalado algunas, nos costó subir todo al bus para recorrer los 300km que nos separaba del nuevo destino: Dunsborough. Este bellísimo pequeño pueblo costero forma parte de la región de Margaret River, famosa y reconocida por sus viñedos, cervecerías artesanales, fábricas de quesos y chocolates que además funciona como el hub de los egresados en Noviembre y es un popular destino para familias australianas durante el receso escolar.
Nos hospedamos en un hostel, a solo 50 metros de la playa y 50 metros del centro, donde tuvimos una habitación doble y compartimos el resto de las facilidades con gente de todo el mundo, incluidos italianos, franceses, daneses, alemanes, americanos, canadienses, ingleses, y una mezcla de asiáticos. El 99% son mochileros que tienen planeada una larga estadía; el 90% de ellos trabaja en Pullman Resort y el resto en cafés, campos, viñedos o restaurantes del los alrededores.
Casi todos los días recorríamos en los autos de la compañía los 11 kms de ruta sinuosa hasta el lugar de trabajo, acompañados mayormente de canguros que atraviesan los caminos. “El otro lado de la luna” / “other side of the moon”, es el nombre del restaurant donde trabajamos. La vista que ofrece es alucinante y el paisaje transmite una paz que hizo que podamos soportar algunos de los clientes más difíciles con los que nos haya tocado lidiar.
El trabajo fue incrementando considerablemente, llegando a hacer hasta más de 70 horas semanales en períodos de fiestas, de hecho, las navidades y el año nuevo los recibimos trabajando. Sin embargo, posterior a ello y de regreso al hostel, tuvimos nuestras respectivas celebraciones.
Para la navidad Franco fue el autor material e intelectual de una cena multinacional, en donde cada uno debía cocinar algo típico de su país y compartirlo con el resto. Nosotros cocinamos empanadas de carne. La segunda parte de la velada consistía en el “Secret Santa”, ó “Santa Claus Anónimo”; una semana previa a la fiesta, cada uno había sacado aleatoriamente un nombre de un bowl y debía entonces obsequiarle un regalo de navidad. De ese modo, todos y cada uno de los participantes recibimos un regalo y cenamos con la “familia temporal” en una noche importante para muchos.
Para año nuevo la fiesta fue organizada por un Francés, Clemont, un personaje con el que es imposible no reírse a cada palabra que dice. Fue titulada “Nappy New Year”, y consistía en vestirse con “Nappies” (pañales) y celebrar disfrazados de infantes. Nosotros al regresar del trabajo, alrededor de las 3am, nos encontramos con las situaciones más graciosas y desquiciadas de borrachos disfrazados de bebés, tomando vodka en mamaderas. A las 5.30am, los que aún sobrevivían fuimos a recibir el primer sol del 2015 a la playa.
Fue el lugar y la compañía perfecta para pasar el caluroso verano que asecha a Australia. Una especie de vacaciones dentro de la época de trabajo. Los días, las tardes o mañanas sin trabajo, aprovechábamos la playa o merodeábamos por el hostel donde siempre había alguien con quien charlar, siempre algo interesante que compartir o un nuevo plan al que sumarse, como visitar alguna atracción cercana, ir de camping, de pesca, a surfear, hacer snorkell, una bbq o solo chill out en una playa cercana.
Por las noches, a la vuelta del trabajo, nunca faltaban las juntadas en la terraza con interminables charlas y cervezas de por medio, o las populares noches de películas y pochoclos donde todos nos amontonábamos en sillones para mirar alguna película vieja.
Los días pasan rápido cuando uno disfruta y una nueva despedida se acerca. Dejamos atrás, personas y personajes magníficos con los que logramos tener una amistad temporal, y una nueva experiencia inolvidables en un rincón maravilloso de este mundo. Nuestra despedida fue la frutilla del postre, reuniendo a muchísima gente para darnos un último abrazo.
Logramos deshacernos de muchas de nuestras pertenencias (biciletas, ropa y tabla de surf) para empezar a viajar más livianos. Ahora, con pasajes en mano y destino a Sydney se acerca una nueva aventura junto a la familia que nos visita.